Crítica del musical SONRISAS y LÁGRIMAS

Sonrisas y lágrimas es uno de esos míticos musicales que tienes que ver al menos una vez en la vida, y ahora tenemos la oportunidad en el Arteria Coliseum de la Gran Vía madrileña. Con un presupuesto de tres millones de euros, los 26 actores pasean por la escena con grandes decorados que nos trasladan al Salzburgo de los años 40.

El musical relata la historia de María, una aspirante a monja que es enviada por su superiora a casa del capitán von Trapp. Allí será la institutriz de los siete revoltosos hijos del capitán, huérfanos de madre. María se irá ganando a la familia con el fondo de la ocupación nazi en Austria.

Perfectamente dirigida por Jaime Azpilicueta (Evita, Jesucristo Superstar, My Fair Lady, Victor o Victoria), son las grandes voces de Silvia Luchetti (María) y Noemi Mazoy (Madre Abadesa) las que destacan con solos magníficos, todo ello acompañado de la orquesta en directo.

Los momentos más emotivos de la obra son el principio con el coro del monasterio, la participación en el concurso musical con las banderas nazis que te trasladan a la época y la huida en busca de la libertad.

A destacar la actuación de los niños y niñas que se manejan por el escenario con una coordinación y voz perfectamente encajados y preparados. Al unísono parecen uno.

Sonrisas y lágrimas es una cita obligada para los que disfrutaron con la oscarizada película con Julie Andrews o los que crecieron con la serie de dibujos animados en las mañanas de Antena 3. Para el resto solo se puede decir una cosa, HAY QUE VERLA, más de 200 mil espectadores ya han podido disfrutarla en su gira española.

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